Esta eterna dicotomía "entre el bien y el mal" aparece siempre en la mente de los estudiantes que entramos a un Máster profesionalizante. Entonces te viene a la mente tus recuerdos cuando, de niña, llegabas a casa después del colegio y tenías que ponerte a hacer deberes, tras largas horas pasadas en la escuela. Es, en ese mismo instante, cuando te surgen preguntas cómo si eran o no necesarios, o si su aprendizaje resultaba realmente tan significativo al realizarlos como recordabas, y te planteas seriamente en que "bando" situar tu futuro como docente.
En
esta cuestión que planteamos, en mi humilde opinión, la realización de las
tareas viene desgraciadamente marcada por la actitud de los padres según estén
a favor o en contra de la realización de estas mismas. Cada familia es un
mundo, por supuesto, pero las circunstancias personales y profesionales de los
padres, actualmente, condicionan en gran medida la aceptación de que los niños
continúen con labores escolares en casa.
Los
partidarios que abogan por realizar deberes en casa manifiestan que su
realización supone un hábito que el todo alumno debe adquirir desde la escuela
para ser capaz de establecer unas rutinas y una responsabilidad personal que,
posteriormente, le van a exigir en la etapas posteriores; y, por supuesto,
ayudan a los estudiantes a comprender lo que es el "esfuerzo"
personal. También están de acuerdo que el tiempo de deberes debe ser acorde a
la edad de cada estudiante, no puede ser igual en Primaria que en Secundaria o
Bachillerato. No obstante, proponen asimismo que los profesores del mismo curso
se coordinen para que el volumen de actividades diarias a realizar no sea
excesiva.
Por
otro lado, nos encontramos a aquellos que se manifiestan en contra de la
realización de tareas en casa. Éstos defienden que los deberes para casa son
como las horas extras en el trabajo y a menudo carecen de valor pedagógico, y
además, generan y aumentan las desigualdades sociales, puesto que las familias
que no pueden atender a sus hijos ni costearse un profesor particular que les
ayude no salen tan beneficiadas como las que sí pueden hacerlo. Abanderan muy
fuertemente que la realización de deberes tras los muros de la escuela provoca
frustración a los niños, pues, en lugar de jugar, que es completamente necesario
e imprescindible para el correcto desarrollo de los niños, éstos pasan las
tardes haciendo deberes y acaban frustrados, agotados y odiando no solo a los
deberes, sino también al propio colegio.
Los
más extremistas, o por lo menos en mi opinión, su realización conlleva al
abandono escolar. Una vida sin lugar a la creatividad, sin tiempo para el
deporte, cargado de libros, con dolores de espalda e incipientes signos de
obesidad... Avanzarán en la ESO con tanto hastío que no es de extrañar que pronto
deje de ir a clase, suspenda, repita curso y acabe por abandonar su educación.
Y, además, no crean buenos hábitos, sino que crea niños dependientes e
inseguros. De hecho, abogan que la realización de deberes atenta contra el
artículo 31 de la convención de los derechos del niño: "El niño tiene
derecho al descanso y al esparcimiento, al juego y a las actividades propias de
su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes".
Recientes
estudios1, consistentes en determinar el grado de relación existente entre los
deberes y la mejora académica obtenida con su consecución concluyen que,
efectivamente, existe una correlación entre los deberes y la mejora académica
que depende y mucho de la edad de los estudiantes. En los más jóvenes (aproximadamente hasta los
12 años) los deberes aportan poco o nada, y pueden ser incluso
contraproducentes a su formación, causar estrés, ansiedad y desgana, e incluso
en el medio/largo plazo también puede llegar a producir el fracaso escolar tan
temido por la sociedad. Por
contra, entre los 12 y los 17 años el impacto de los deberes es positivo y
existe una correlación con los resultados académicos, pero estos deberes han de
ser propuestos en una cantidad limitada de tiempo y han de conllevar una serie
de competencias que aseguren que con su realización los alumnos conseguirán un
aprendizaje significativo.
A
pesar de todo lo expuesto, me parece oportuno apuntar que no debemos olvidar
que lo que realmente influye en la educación de los alumnos es un buen docente,
y no una larga lista de deberes todos los días.
De hecho, existen otras variables cuyo impacto es mayor en las
calificaciones, como la relación estudiante-profesor, las tutorías
personalizadas o el propio sistema educativo de cada nación.
Desde
mi punto de vista los deberes son necesarios para el correcto aprendizaje de
los alumnos, pero debemos tener en cuenta que no sean abusivos en el tiempo
necesario para completarlos y que fomenten o desarrollen aspectos
complementarios a los ya vistos en clase, no que se traten de actividades cuyo
resultado sea la mera repetición del libro. Sino todo lo contrario, que
fomenten y ayuden al desarrollo de su pensamiento crítico de los alumnos. Para
ello, el uso de redes sociales educativas o aulas virtuales pueden ser una
buena idea para potenciar deberes que tengan una repercusión positiva para el
alumnado y que además de aprender, disfruten realizándolos.
Vosotros
que opináis, ¿les daríais un Sí o un No a los deberes?
1 COOPER, PATALL, ROBINSON. Does Homework Improve Academic Achievement? A Synthesis of
Research, 1987–2003.
Me ha gustado el tratamiento que le das a la entrada, exponiendo una y otra posición. Como bien dices, no se trata del "todo o nada". En mi opinión, los estudiantes deben realizar tareas fuera del horario. El problema es el tipo de deberes pues muchos, efectivamente, son poco productivos o directamente contraproducentes. Una tarea previa del docente es, sencillamente, plantearse qué quiere que sus estudiantes aprendan, cómo lo deberían hacer, qué objetivo se marca y, en función de estos criterios, establecer las tareas. Pero no mandarlas simplemente por relleno de libro o curriculum.
ResponderEliminar¡Efectivamente! Totalmente de acuerdo contigo David, esa es la conclusión a la que quería llegar con esta entrada. Porque dependiendo de qué enfoque les des a esos deberes, ¡los deberes también pueden ser divertidos!.
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