La Historia somos nosotros.
Es lo que fuimos y lo que ahora
somos.
Es algo que comprende las lágrimas
derramadas por mi abuela al rememorar la Guerra Civil española, pero también su
sonrisa al recordar los hermosos campos que antaño cubrían las sucias calles
por las que ahora camina.
Es la irracionalidad de lo
científicamente comprobable. La que rompe la objetividad en detrimento de la
sensibilidad humana, que incide de forma irremediable en nuestros actos
pasados, presentes y futuros.
Es portadora de miedo, pesimismo,
desasosiego. Pero también de esperanza, sueños e ilusiones.
Es nuestra amiga. También nuestra
enemiga.
Es el espejo de nuestras
inquietudes, ambiciones y egoísmos. En ocasiones infiel reflejo de la bondad
humana, pues son nuestros actos más reprochables aquéllos que tiende a perpetuar
con mayor ahínco, con el fin de que no volvamos a repetirlos.
La Historia es nuestra madre, la
que nos parió, la que reunió a nuestros padres, y a los suyos, y a los padres de
éstos.
Es pura pasión desbocada, la
misma que llevó a los indómitos a chocar de bruces contra la realidad que les
imponía su sociedad prescrita.
Es el espíritu de las épocas. El llanto
de los inconformistas. El rugido de los poderosos.
Es represión y norma. Revolución
y libertad.
Es mentira, verdad, justicia y
ultraje.
Es nuestro origen.
Es nuestra causa.
Nosotros, sus consecuencias.
Precioso modo de definir la disciplina. Muestra una sensibilidad muy especial hacia el pasado, lo cual transmitirás a muchos de tu (futuros) estudiantes. Gracias Ana.
ResponderEliminarGracias a ti, David. Eres muy amable.
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