Una de las primeras cuestiones que
tenemos que abordar cuando lleguemos a un centro educativo a dar clases es la
utilización o no del libro de texto, en ambas versiones física o digital. En
muchos centros es una decisión que no depende del propio profesor y corresponde
a intereses de departamentos o de dirección, véase los colegios concertados o
privados que tienen acuerdos con editoriales, por lo que la imposición de un
libro de texto viene desde arriba. En esta entrada, me propongo a continuar el
trabajo de clase y a reflexionar si en el siglo XXI debemos tener como guía un
libro de texto o como profesores cualificados tenemos que preparar nuestros
propios materiales.
En primer lugar, los defensores
de los materiales didácticos argumentan que tales libros son elaborados por
profesionales y estos incorporan propuestas pedagógicas y facilitan recursos
como la programación de aula, actividades de refuerzo, evaluación y un amplio
etc. Por su parte, los detractores
argumentan que los libros de texto o su licencia electrónica suponen un coste
importante para las familias, además muchos de estos mantienen un formato
cerrado y no se adaptan a las necesidades que pueda requerir el alumno.
Tras el análisis de varios libros
y la puesta en común en clase con los compañeros del Máster, he llegado a la
conclusión de que nosotros debemos ser los encargados de preparar y desarrollar
nuestros propios materiales a los alumnos/as. Todos y cada uno de nosotros en
nuestras exposiciones hemos destacado los aspectos positivos y negativos de
distintos libros llegando a la conclusión de que no existe el libro perfecto,
ese que se adecue y adapte a cualquier tipo de alumno. Como graduados y
graduadas en Geografía, Historia e Historia del Arte, contamos con la misma o
incluso mayor formación que muchos de los editores de estos libros. Por tanto,
debemos lanzar desde nuestras clases nuevas propuestas pedagógicas, nuevos
paradigmas educativos, véase desing for
change y adecuar nuestras clases a nuestros alumnos y alumnas, haciendo
cada uno de nuestros temas creativos e innovadores. Aquí es donde quiero
insistir, cada uno en nuestras exposiciones, trabajos, etc. somos ingeniosos.
Nos gusta pensar en cómo nos va a sorprender en esta exposición y como puedo yo
utilizar otro recurso para sorprender del mismo modo a mis compañeros. Esto lo deberíamos
trasladar a nuestras aulas y que cada nuevo día sea una sorpresa para nuestros
futuros alumnos. Un libro de texto puede ser un mecanismo cerrado que nos lleve
a la rutina y monotonía y nos impida explorar nuevas vías.
Hola Guillermo. El libro de texto puede ayudar a sistematizar o estructurar el curso, si bien tiene el riesgo de comenzar a ser protagonista de la clase. Yo incluso iría más allá: ¿por qué no que los alumno/as preparen el material? hay un instituto en Pinto, por ejemplo, donde los estudiantes se convierten en profesores de sus compañeros elaborando vídeos didácticos. Trabajan sin libro de texto hasta 1º de Bachillerato.
ResponderEliminarUn saludo,